Yo lo miré a
los ojos y él me devolvió una mirada asustada. Con el cuchillo en la mano lo perseguí.
Pensé
cogerlo de la cabeza, era mucho más pequeño que yo, y cortarle el cuello.
Después dejaría que se desangrara despacio, observando cómo su cuerpo iba
perdiendo la vida.
En su huida,
se introdujo en el cementerio. Lo perseguí entre las tumbas hasta que me cansé.
Me senté sobre una sepultura con el cuchillo en las manos, esperando que se
cansara el pollo de corral que había comprado.