domingo, 18 de noviembre de 2012


 El duerme. Yo lo miro. Mi corazón está atrapado. Me gusta esa sensación de bienestar, ese sosiego que sólo en momentos de soledad se hace presente en mi interior.
No recuerdo cuándo comenzó nuestra relación. Es como si toda mi vida hubiera estado ligada a él, como si mi existencia, lo que soy, fuera obra suya, porque me ha dado todo lo que él tiene. Se ha vaciado en mí y yo he tratado de contener toda su entrega.

Ha compartido mis alegrías, mis ilusiones, mis fracasos, mis miedos, respondiéndome siempre con la palabra justa, el silencio oportuno, la caricia oculta. Nadie me ha dicho nunca palabras de amor tan bellas, tan dulces, de esas que te penetran el alma.

A su lado he descubierto que existen otros mundos, otras gentes con miradas e ilusiones distintas, corazones rotos y solitarios, vidas entregadas y alegres. Me ha ayudado a salir de mí y a ver “al hombre” con ojos nuevos.

Él, el libro, todos los libros que han pasado por mi vida, han sido  mis mejores compañeros de viaje. Por eso hoy, cuando voy a comenzar a leer uno nuevo, lo acaricio, lo huelo, lo estrecho entre mis brazos y a su lado me sumerjo a descubrir un nuevo universo.
                                                                                                 Alicia 

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