La
presentación a través del periódico fue un éxito. Observó tranquilo a los
asistentes: allí estaban sus mejores amigos, amigos a secas, algunos conocidos, caras olvidadas y
enemigos, unos declarados y otros anónimos. Para todos tuvo una sonrisa.
Agudizó el
oído para escuchar las conversaciones. Salieron a la luz amarillenta del día,
anécdotas de la niñez, ilusiones y fracasos de la adolescencia, el trabajo, el
amor y el desamor de la madurez. Con todo ello fue capaz de ver con otros ojos su
vida y reconstruirla a través de los demás. Se miró para reconocerse en las
palabras de los otros y se encontró, un poco más pálido de lo normal, pero era
él.
El reloj
marcó la hora de la partida. Asombrado vio que todos le acompañaban en el
paseo. Se alegro al descubrir, que había más gente que lo quería de lo que él
había imaginado. Contento y feliz, los miró uno a uno a los ojos y les dio las
gracias. Se despidió de todos, incluso de él mismo. Y se dijo, que su entierro había sido un gran
éxito.